8 de febrero

Worcester, Massachusetts

¡Nace Elizabeth Bishop!

Mujer lesbiana  poeta que plasmó en sus versos las pasiones, felicidades y dolores de su existencia. 

Después de que su padre muriera cuando ella tenía solo ocho meses de edad, la madre de Elizabeth sufrió una enfermedad mental y fue enviada a una residencia psiquiátrica en 1916. Aunque la madre de Elizabeth vivió hasta 1934 en un asilo, nunca más se encontraron. Elizabeth vivió con sus abuelos en Nueva Escocia, un período que posteriormente idealizaría en sus poemarios. Años más tarde fue internada en Walnut Hill School en donde publicó sus primeros poemas en una revista de estudiantes.​ Se matriculó y fundó Con Spirito, una revista literaria independiente junto con la escritora Mary McCarthy, Margaret Miller, y sus hermanas Eunice y Eleanor. La escritura de Elizabeth estuvo fuertemente influida por la poeta Marianne Moore. 

Fue presentada a Marianne por un bibliotecario, Marianne se interesó mucho por el trabajo de Elizabeth y la llegó a disuadir de estudiar medicina. La amistad entre las dos mujeres duró hasta la muerte de Moore en 1972.  Elizabeth viajó ampliamente y vivió en muchas ciudades y países, tuvo problemas financieros a lo largo de casi toda su carrera, cada vez se mantenía más gracias a la concesión de becas y premios. Tras recibir la importante cantidad de 2,500 dólares como beca para viajes, Elizabeth partió a Santos, Brasil donde pensaba estar dos semanas pero permaneció durante quince años. Con frecuencia Bishop escribía artículos y poesía. También fue conferenciante de universidades y durante un período de tiempo fue profesora de la University of Washington, antes de serlo en la Universidad de Harvard durante siete años. También enseñó en la Universidad de Nueva York, antes de acabar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Normalmente solía pasar los veranos en su casa de Maine, en una isla llamada North Haven.

Algunos fragmentos: 

“No, no es difícil adquirir el arte de perder:/ hay tantas cosas empeñadas en /perderse, que su pérdida no importa. /Pierde algo cada día, acepta el río /de llaves que se pierden, horas malgastadas./ No, no es difícil adquirir el arte de perder. / Practica entonces perder más, más rápido: /nombres, lugares, ¿para adónde ibas? /Ninguna de estas cosas es desastre.”

“Cada día empieza con tanta / ceremonia, con pájaros, campanas, /el silbato de una fábrica; /a cielos de un oro tan blanco se abren /nuestros ojos, a paredes tan brillantes, /que por momentos nos preguntamos /“¿De dónde viene la música, la energía? /Y el día ¿para qué criatura inefable /se creó, /que seguro perdimos?”

“Oh, ¿debemos soñar nuestros sueños y tenerlos también?”

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