26 de septiembre

Nueva Jersey, Estados Unidos

¡Nace Andrea Dworkin!

Mujer lesbiana, escritora y feminista radical.  Anderea fue hija de Sylvia y Harry.

 Su madre era hija de emigrantes judíos de Hungría. También tenía un hermano menor. 

Al principio, su relación con su madre fue tensa, pero luego escribió sobre cómo la creencia de su madre en el control legal de la natalidad y el aborto legal, «mucho antes de que éstas fueran creencias respetables», inspiró su activismo. Aunque describió su hogar judío como dominado en muchos sentidos por el recuerdo del Holocausto, tuvo una infancia feliz hasta que llegó a la edad de nueve años, cuando un hombre abusó de ella en una sala de cine.  En sexto grado, la administración de su nueva escuela la castigó por negarse a cantar «Noche de paz» (como judía, se opuso a que la obligaran a cantar canciones religiosas cristianas en la escuela). Andrea comenzó a escribir poesía y ficción en sexto grado.​ Alrededor de ese tiempo, no estaba decidida entre convertirse en abogada o escritora.​ Durante la escuela secundaria, se convirtió en una gran lectora.

En 1965, Andrea Dworkin fue arrestada durante una protesta contra la Guerra de Vietnam, testificó que los doctores en la Casa de Detención le hicieron un examen interno que fue tan duro que sangró por días después. El gran jurado se negó a presentar una acusación formal en el caso, pero el testimonio de Andrea contribuyó a la indignación pública por el maltrato de reclusos. La prisión fue cerrada siete años después. Poco después de testificar ante el gran jurado, se mudó a Grecia y continuó con su escritura, después viajó de París y al regresar a Creta, escribió una serie de poemas. Andrea continuó estudiando literatura. Después de la graduación, se mudó a Ámsterdam para entrevistar a anarquistas y luego se casó, con uno de los anarquistas que conoció. Poco después de casarse, su esposo, comenzó a abusar de ella severamente, golpeándola y pateándola, quemándola con cigarrillos. Tras su separación, su ex violentador la acosaba. Durante este periodo de tiempo, Andre fue prostituta.  Cuando volvió a Estados Unidos, trabajó nuevamente como organizadora contra la guerra, participó en manifestaciones y pronto se involucró en el movimiento organizado de feminismo radical. Además de su escritura y activismo, Dworkin ganó notoriedad como oradora. En 1992, The New York Times Book Review publicó una larga carta suya en la que describe los orígenes de su profundo odio hacia la prostitución y la pornografía («prostitución tecnificada producida en masa») ya que su historia fue violentamente inspeccionada por médicos de la prisión , y maltratada por su primer marido y muchos otros hombres. En los 2000s, Andrea publicó ensayos y poesía.​ Durante sus últimos años, Dworkin sufrió una salud frágil, cuando un periodista de un periódico le preguntó cómo le gustaría ser recordada, dijo: «En un museo, cuando la supremacía masculina esté muerta, me gustaría que mi trabajo sea un artefacto antropológico de una sociedad extinta y primitiva».

Algunos fragmentos:

“Creo que muchas mujeres se resisten al feminismo porque es una agonía ser plenamente conscientes de la brutal misoginia que impregna la cultura, la sociedad y todas las relaciones personales.”

“Voy a pedirte que uses todo lo que puedas recordar sobre lo que te hicieron: cómo se hizo, dónde, por quién, cuándo y, si sabes, por qué, para comenzar a desgarrar el dominio masculino. Despedazarlo, desarmarlo, destrozarlo, desestabilizarlo, estropearlo, interponerse en su camino, joderlo. Tengo que pedirles que resistan, que no cumplan, que destruyan el poder que los hombres tienen sobre las mujeres, que se nieguen a aceptarlo, que lo aborrezcan y que hagan lo que sea necesario a pesar de que les cueste cambiarlo.”

“El feminismo se odia porque se odia a las mujeres. El antifeminismo es una expresión directa de la misoginia; es la defensa política del odio a la mujer”.

“Cualquier violación del cuerpo de una mujer puede convertirse en sexo para los hombres; esta es la verdad esencial de la pornografía”.

“Comencé a hablar con mujeres por primera vez en mi vida, y una de las mujeres con las que empecé a hablar fue mi madre. Llegué a su vida a través del largo, oscuro túnel de la mía. Comencé a ver quién era ella al tiempo en que veía el mundo que la formó. Llegué a ella, ya no sintiendo pena de la pobreza de su intelecto, sino aturdida por la calidad de su inteligencia. Llegué a ella, ya no convencida de su estupidez y trivialidad, sino impresionada por la calidad de su fuerza.”

Deja una respuesta

Lee otros escritos...