Hay que tener muy poca imaginación y ser muy misóginos como para creer que es comedia ponerse una peluca para humillar a las mujeres con representaciones que nos ridiculizan… y lamentable hay más de esos de los que quisiéramos creer.
Humillar a quienes históricamente hemos sido humilladas no es comedia, es violencia.
Sabemos que la televisión nos ha vendido la humillación y la desgracia como comedia, que reírse de las mujeres, de la gente pobre, de las personas indígenas, morenas y de las personas con enfermedades es parte de lo que nos dieron en cada uno de sus programas «cómicos», que había varias horas y más de un programa de accidentes grabados con risas de fondo, pero no podemos seguir aparentando que les creemos cuando nos dicen que eso es la comedia.
No deberíamos seguir riendo de la violencia. No podemos fingir que nos sentimos cómodas riéndonos de los estereotipos misóginos de todos esos autoproclamados «comediantes» que se burlan de las mujeres y nos dicen que eso da risa.
La comedia es más profunda, nació sintiendo política, para exponer los defectos humanos, los vicios sociales, para reír de lo privado, de lo que no se puede decir, aunque todas las personas lo vivamos, para exponer a los poderosos. Buscar el chiste fácil sólo indica falta de talento y creatividad. Humillar a las mujeres sabiendo que hay todo un público misógino dispuesto a reírse de nosotras es mediocridad y misoginia.
Dejemos de consumir productos de quienes nos consideran objetos de burla.
Ya saben que nosotras siempre les recomendaremos, con mucha amora, dejar de consumir el arte que hacen los hombres, precisamente porque reproducen toda la cultura que atenta contra nuestra vida y dignidad, pero si no están listas para eso, siempre se puede empezar dejando de consumir lo que directamente es perjudicial para nuestra autopercepción y el respeto mutuo entre mujeres.
Usar a las mujeres como objeto de burla no es comedia, es misoginia.