El uso del sustantivo «poetisa” se registró por primera vez en el castellano en el año 1737, según el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana de Juan Coromines.
Esto quiere decir que desde que las mujeres empezamos a escribir poesía en castellano y hasta el año 1737, se utilizaba el sustantivo «poetas» para nombrarnos, pues según la regla ortográfica “poeta” es un sustantivo femenino que generosamente compartíamos con los hombres, luego ellos mismos intentaron arrancarle el valor poético a las obras de las mujeres y se inventaron una palabra más larga, con connotaciones humillantes, burlescas y de menos precio: poetisa.
Afirmaban los poetos que la verdadera poesía era escrita por hombres y que la poesía de las mujeres era pura pretensión que no acababa de ser. Ahora sabemos que esa afirmación nació del miedo al talento de las poetas.
Aunque hay mujeres que se posicionan desde la reivindicación del insulto, nosotras cuestionamos ¿por qué habríamos de caminar por el mundo usando un nombre que nos pusieron los hombres para señalar el desprecio que sienten hacia nuestra escritura, si antes de eso nosotras ya éramos poetas?
A lo largo de los siglos muchas poetas se han negado a llevar el nombre «poetisa», y por muchos siglos más seguiremos negándonos a nombrarnos con sus categorías misóginas.
Somos poetas, no poetisas.